miércoles, 26 de octubre de 2011

Recuerdo estar sentado afuera del salón de belleza donde mi madre solía peinarse el cabello dos veces por semana, siempre me dejaba en la entrada disfrutando de algún caramelo, tal vez un helado de chocolate. No le gustaba que estuviera entre tantas mujeres, "te convertirás en un mujeriego", solía decirme. Fue en uno de esos días que la conocí, me cautivó su extraña belleza, nunca había visto a alguien así. En ese entonces tenía 7 años y no la olvidé, 10 años después nos encontramos, seguía tan bella como yo la recordaba, más tal vez.
Toda ella era una obra de arte. Tenía un rostro especial, alargado y de facciones finas. Era hermosa. Su cabello era largo, espeso y rizado, de un tono rojizo muy brillante, despeinado; me encantaba cómo contrastaba con su tez blanca y las pecas que adornaban su nariz y mejillas. Algo que me parecía gracioso en ella eran sus cejas, un tanto pobladas pero tan pelirojas que parecían casi invisibles. Bajo ese arco transparente sus ojos verdes, grandes y un poco alargados eran adornados por unas pestañas abundantes que siempre coloreaba con rímel negro. Y de sus ojos coquetos de modelo de los sesenta bajamos a su pequeña y fina nariz hasta esas almohadas rosadas en que me encantaba descansar, que me daban paz, que me hacían olvidarme de la realidad. Esos labios gruesos y suaves con una forma de corazón exquisita que siempre me regalaban sonrisas sinceras y radiantes. Era perfecta, única.
Y aún con el paso de los años seguía luciendo espectacular, incluso el día en que me tuve que despedir de ella lucía como aquel día en que la conocí. Se me habían escondido sus ojos verdes, su sonrisa era una mueca tranquila y lo único que le daba color a su rostro eran las tantas pecas que parecían contar junto a las arrugas sus tantos años de vida. Pero aún así, podía verla como ayer, sonriendo ante todo, esperándome siempre. Hasta a ésto se me adelantó, pero seguro me espera. Mi hermosa viejita no puede vivir sin mí ni muerta y yo no creo aguantar mucho sin ella a mi lado.

jueves, 6 de octubre de 2011

Cierta-mente.


Cada persona la crea como quiere, mi mente es tan variada que a veces la desconozco.
Llegué a creer que era pequeña, pero poco a poco me di cuenta de que era como una inmensa ciudad llena de callejones sin salida, edificios abandonados, bibliotecas medio llenas, medio vacías; casas cálida y otras no tanto, jardines muy vivos y otros en eterna sequía; con ferias, un manicomio gigantesco, sembradíos infinitos y cientos de personas de todos tamaños y colores.
Y sigo descubriendo, una ciudad multicultural. Tengo el barrio inglés, el francés, el de fotógrafos y todo tipo de artistas, el de africanos y latinoamericanos, el de los 20’s, el sesentero con sus mods, hippies, rockeros y de más. En fin… tan inmensa que si sigo, crearía un mural kilométrico.